Política Mexicana y Cosas Peores
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 Ciudadanos Vasija

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MensajeTema: Ciudadanos Vasija   Ciudadanos Vasija Icon_minitimeMiér Dic 17, 2008 6:55 pm

Les envio para su lectura, un discurso, que fue presentado el dia de hoy, en una radiodifusora de Tabasco. No saben como impacto el discurso en la ciudadania, todos queriamos hablar. Como ustedes saben, el 2006, dejo a Mexico fracturado, pero en nuestro Estado, el daño fue peor, era la tierra de dos Candidatos, y para acabarla, los dos perdieron. Ademas de eso, lo de la inundacion y sus secuelas estan a flor de piel, muchos nos indignamos por el reparto de despensas a quienes no lo necesitaban, y bueno, cada quien le va a dar una lectura diferente, pero se sienten esas letras tan de uno, que lo coloco para que sean tan de todos.

Un cordial saludo





La izquierda y el Reto de la Ciudadanización

Denise Dresser

Publicación editada por la Fundación Friedrich Ebert en México. Las opiniones vertidas en los documentos que se presentan, así como los análisis y las interpretaciones que en ellos se contienen, son de la responsabilidad exclusiva de sus autores y no refleja, necesariamente, los puntos de vista de la Fundación.

Recipientes vs Participantes:

La Izquierda y el Reto de la Ciudadanización

Denise Dresser

Sugiere la dramaturga Sabina Berman que el 2006 provoca un agujero en el corazón de la patria. Y tiene razón. Basta con mirar hacia atrás, recordar, reconocer lo que pasó y todos padecimos. El presidente intervencionista y el terreno desnivelado de juego que propició. Los candidatos polarizantes y las campañas sucias que condujeron. Los empresarios desatados y las reglas electorales que doblaron. Las instituciones incompetentes y las dudas que contribuyeron a despertar. La izquierda rabiosa y el tablero de la democracia que se aprestó a patear. Las secuelas de todo ello: México partido entre la triste tristeza de unos y la precaria tranquilidad de otros. México dividido entre la cabizbaja confusión de unos y la contundente certidumbre de otros.

Y para quienes piensan -- pensamos -- que México debe tener una izquierda funcional, la tragedia de contemplar su auto-sabotaje. Las heridas que se ha infligido a sí misma desde el 2 de julio. El papel paradójico que el PRD se empeña en jugar.

La izquierda atrapada en una paradoja demoníaca, como diría el periodista Ryszard Kapuscinski. Andrés Manuel López Obrador convertido en promotor de Felipe Calderón. El PRD transformado en propulsor de su peor adversario. Tomando decisiones equívocas desde la noche de la elección que debilitan su posición y fortalecen las del contrario; haciendo declaraciones que le restan apoyos y se los transfieren a quien desea destruir pero termina por apuntalar. AMLO como conductor contraproducente; como actor auto-destructivo; como político paradójico que encabeza una izquierda empecinada en empoderar a la derecha. Un PRD que en lugar de actuar como contrapeso eficaz al PAN, justifica su avance.

Realidad revelada en encuesta tras encuesta, en sondeo tras sondeo. El apoyo electoral al panismo crece mientras el apoyo electoral al perredismo disminuye. La popularidad del blanquiazul sube mientras la del sol azteca desciende. El respaldo a Calderón se extiende mientras que el respaldo a López Obrador se va encogiendo. Lo que AMLO pierde, Calderón gana. Lo que el PRD tira por la borda, el PAN se apresta a pescar. Lo que una izquierda radicalizada y beligerante siembra, una derecha triunfalista y complaciente cosecha con creces. El comportamiento post-electoral de López Obrador y sus seguidores no le ha cerrado espacios al PAN. Al contrario; se los abre y cada vez más.

Cada vez que alguien en la izquierda habla de mandar al diablo las instituciones, crea más mexicanos dispuestos a defenderlas, porque prefieren su reforma a su destrucción. Cada vez que alguien en la izquierda habla del " pelele", produce más ciudadanos que llaman a defender al presidente, aunque no hayan votado por él. Cada vez que alguien en la izquierda condena cualquier relación política con el gobierno "usurpador", llena las filas de quienes quieren acuerdos para gobernar antes que vetos para obstaculizar. El maximalismo lopezobradorista está provocando una diáspora hacia el gradualismo calderonista.

Por los temores que incita. Por el conservadurismo que despierta. Por el rechazo por parte de los votantes moderados que produce. Porque al actuar como lo ha hecho en los último meses, la izquierda recalcitrante resucita todos los estereotipos superados, todos los adjetivos archivados. El PRD como el partido de los rabiosos y los recalcitrantes; el PRD con el porcentaje más alto de negativos y el porcentaje más bajo de votantes; el PRD otra vez entrampado en el 17 por ciento de las preferencias, apoyado tan sólo por su voto duro, rechazado por los electores independientes, condenado a perder en el 2009 y asegurando que así sea. Una izquierda igniscible, allanando el camino para una derecha que se siente cada vez más legitimada.

Y ciertos líderes de la izquierda negando que eso sea cierto; negando la responsabilidad de un desenlace que han contribuido a crear. Insistiendo en escenificaciones fársicas que dañan su reputación en vez de enaltecerla; insistiendo en posturas maximalistas que lastiman al PRD en lugar de ayudarlo. La negación de la realidad que impide transformarla. La negación como mecanismo de defensa que impide la auto-crítica. Esa verdad ineludible que acompañan a AMLO dondequiera que va: 45% de la población piensa que su reputación ha empeorado; 63% piensa que tiene poca credibilidad; 66% piensa que su presidencia alternativa lo debilita. Esa es la desazón que produce un hombre que no quería ser clasificado como un peligro, y ahora se empeñado en constatar que podría serlo. Hoy en las encuestas, los negativos del PRD superan incluso a los del PRI.

Y si López Obrador no entiende esto, ojala que otros perredistas sí lo comprendan. Comprendan que el proyecto de nación que propuso a lo largo de la campaña era demasiado estrecho, demasiado excluyente, demasiado monocromático. El país que quería gobernar donde sólo había cabida para los pobres. El candidato que – a lo largo del debate – no dijo jamás que hará por las clases medias y cómo fomentaría su expansión. El candidato que ofreció aliviar la pobreza pero no explicó cómo iba a crear riqueza. El líder social que no supo cómo ser político profesional. Que no entendió la necesidad de deslizarse hacia el centro del espectro político y liderar una izquierda moderna desde allí. Que no comprendió que precisamente eso llevó al poder a Tony Blair y a Ricardo Lagos y a Felipe González. La transformación del agravio histórico en la propuesta práctica. La reinvención del resentimiento que se vuelve planteamiento. El combate a la desigualdad junto con medidas para asegurar la prosperidad. Pero Andrés Manuel López Obrador no quiso o no pudo pensar de esa manera. Insistió en hacer historia cuando debería hacer política.

Y sí, hubo guerra sucia. Y sí, hubo una campaña mediática y política orquestada por Vicente Fox. Y sí, hubo un uso equívoco de los programas sociales en ciertas zonas. Y sí, hubo errores criticables del IFE durante los últimos días. Y sí, Luís Carlos Ugalde merece ser condenado por su incompetencia y los consejeros electorales por su omisión. Y sí, Patricia Mercado le arrebató votos a la izquierda. Y sí, los gobernadores del norte apoyaron a Felipe Calderón. Y sí, Elba Esther Gordillo también lo hizo. Y sí, el Consejo Coordinador Empresarial violó la ley y no fue sancionado por ello. Y sí, el Establishment político y económico del país cerró filas ante el desafío al statu quo y de mala manera.

Pero el hecho innegable es que Andrés Manuel llevaba tres años con una gran delantera que dilapidó. Era su elección para ganar y la perdió. Porque a lo largo de la campaña se paró ante México con un maletín lleno de instrumentos de los años cincuenta, para enfrentar enfermedades económicas producto de los años noventa. Y por ello los remedios que prometió resultaron más atemorizantes que la enfermedad. Las recetas de AMLO convencieron a algunos segmentos del electorado pero alienaron a otros. La campaña del miedo provocó una epidemia nacional porque López Obrador no se había vacunado contra ella. Al contrario, la alimentó con el discurso de la confrontación constante, con la retórica de la división incesante. El país de los privilegiados vs el país de los marginados. El México de los de arriba vs el México de los de abajo. Andrés Manuel no supo hablar de otra manera y eso lo hundió. No supo actuar de otro modo y eso lo debilitó. Si perdió la elección, la perdió mucho antes del 2 de julio.

Por su obcecación. Por su tozudez. Por no acudir al primer debate. Por insistir en el "ya cállate chachalaca". Por no moderar sus posiciones cuando llevaba la ventaja suficiente en las encuestas para hacerlo. Por no atemperar sus posturas y deslizarse hacia el centro pragmático en lugar de atrincherarse en la izquierda recalcitrante. Por pensar que no necesitaba convencer, que bastaba con existir. Por no reunirse con los grupos que más le temían antes de que comenzaran la guerra sucia en su contra. De haberse definido a sí mismo como un hombre poco peligroso, se hubiera vacunado ante esa acusación.

Andrés Manuel López Obrador le apostó al diagnóstico de un pueblo enfermo y nunca entendió que con él, no le alcanzaba para ganar. Porque hay una parte del país que sí prospera, aunque sea lentamente. Porque Andrés Manuel nunca entendió que al poner primero a los pobres, asustaba a todos aquellos que no se perciben así. A todos aquellos que no querían arriesgar, sino preservar. A todos aquellos que no querían refundar al país, sino conservar lo poco – o mucho -- que han logrado acumular en él. No hay manera de curar a alguien que se cree en buena salud, y una porción significativa del electorado cree que lo está. Allí va cojeando con su crédito, con su vivienda de interés social, con su carro pagado a plazos, aprovechando el crédito al consumo que crece 40 por ciento al año en la presidencia de Vicente Fox. Y por ello, al argumento de la continuidad al que la apuesta la campaña obtiene el 36 por ciento de los votos.

Y todo esto tiene implicaciones para la próxima elección presidencial, en la cual Andrés Manuel López Obrador no debe ser candidato, o por lo menos como lo fue. Irremediablemente combativo, confrontacional, anti-institucional. Alguien que no supo como responder a la activación del voto económico impulsada por el PAN ya que no creía que fuera necesario hacerlo: "el pueblo nunca votará por los malos" repetía. Alguien cuyas posturas poco claras – y con frecuencia contradictorias – inspiraron una desconfianza que será difícil, si no imposible, remontar. Alguien que metió al PRD en un callejón sin salida de la cual le está resultando muy difícil salir. Porque no tenía sentido exigir el recuento voto por voto y – al mismo tiempo – negarse a aceptar sus resultados. Porque no tenía sentido denunciar la ilegalidad de la contienda y -- al mismo tiempo – aceptar los avances del PRD en ella. Porque no tenía sentido pedir que se examinaran los votos de la elección y – al mismo tiempo – sugerir que es necesario anularla. No fue una buena estrategia descalificar todo el juego y también insistir que lo ganó. No fue una buena estrategia pedir el recuento y también sugerir que no lo respetaría. No fue una buena idea mandar al diablo a las instituciones y alienar con ello a quienes se rehusaron a creer que la izquierda era peligrosa y ahora comienzan a pensar que lo es.

En eso ha acabado el PRD es meses recientes. En actos moralmente aplaudibles pero políticamente dañinos, en posturas testimoniales que "el pueblo" aplaude pero los electores rechazan, en la lógica de bloquear calles en vez de ganar elecciones, en la táctica de tomar tribunas en vez de representar ciudadanos. En la pérdida de apoyo para un partido que duplicó su votación y en el futuro se apresta a perderla. Un PRD que no está pensando en cómo legislar sino en cómo obstaculizar. Un PRD que, por lo visto, ya no existe para aspirar al poder sino para sabotear a quien lo tenga.
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MensajeTema: MARIZA   Ciudadanos Vasija Icon_minitimeMiér Dic 17, 2008 6:57 pm

Ahora cierta parte de los errores cometidos trascienden tanto las tácticas como las estrategias de la campaña y la post-elección. Tienen que ver con una visión profundamente arraigada en la izquierda que afecta su desempeño político. Tiene que ver con la forma en la cual el PRD se nutre de las tradiciones clientelares que el PRI inauguró. Porque como todos sabemos, en México, muchos viven con la mano extendida. Con la palma abierta. Esperando la próxima dádiva del próximo político. Esperando la próxima entrega de lo que Octavio Paz llamó "el ogro filantrópico". El cheque o el contrato o la camiseta o el vale o la torta o la licuadora o la pensión o el puesto o la recomendación. La generosidad del Estado, que con el paso del tiempo, produce personas acostumbradas a recibir en vez de participar. Personas acostumbradas a esperar en vez de exigir. Personas que son vasos y tazas. Ciudadanos vasija. Ciudanos olla. Recipientes en lugar de participantes. Resignados ante lo poco que se vacía dentro de ellos.

Porque el país no crece. Porque la economía no avanza. Porque el tiempo transcurre. Porque los pobres no dejan de serlo. Día con día, la desigualdad aumenta mientras la movilidad disminuye. En México es cada vez más difícil saltar de una clase a otra, de un decil a otro. En México, la brecha entre los de abajo y los de arriba es cada vez más grande, cada vez más infranqueable. Como lo revela un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo, el hijo de un obrero sólo tiene el 10 por ciento de probabilidades de convertirse en profesionista. Nacer en la pobreza significa – en la mayor parte de los casos – morir en ella.

Un país dividido. Un país atorado. Un país que no educa a su población. Un país con petróleo pero sin ciudadanos participativos. Damnificado por las riquezas que explota pero no comparte con las mayorías. Desde hace cientos de años, México le apuesta a los recursos naturales y a la población mal pagada que los procesa. Le apuesta a la extracción de materias primas y a la mano de obra barata que se aboca a ello. Se convierte en un lugar de pocos dueños y muchos trabajadores; de hombres ricos y empleados pobres. Crea virreinatos y haciendas y latifundios y monopolios. Concentra la riqueza en pocas manos y erige gobiernos que lo permiten. Gobiernos liberales o conservadores, priístas o panistas, compartiendo el mismo fin: un sistema que protege al capital por encima del trabajo; que mantiene baja la recaudación y no tiene recursos suficientes para invertir en la educación.

Y donde no hay impuestos recaudados, no hay gobiernos eficaces. No hay un Estado que invierta en su población. No hay partidos que se centren en el capital humano y como formarlo. No hay líderes que piensen en la educación como primera prioridad. En cambio, sí hay mucha obra pública. Muchos caminos y puentes y segundos pisos. Muchas maneras de obtener apoyos cortoplacistas y los votos que acarrean. Muchas formas de manipular al electorado en vez de representarlo. Muchas maneras de comprar el voto en vez de ganarlo. Muchas costumbres vivas en todos los partidos pero particularmente en el PRD. Formas de ejercer el poder que mantienen a México agarrado de la nuca.

Un sistema de clientelas en todos los ámbitos. Un sistema de élites acaudaladas, amuralladas, asustadas ante los pobres a quienes no han querido – en realidad – educar. Porque no quieren franquear la brecha que tanto los beneficia. Porque no tienen los incentivos para hacerlo. Allí están los chóferes y los obreros y los maestros y las empleadas domésticas y los jardineros mal pagados. Los que asisten a la escuela por turnos y dejan de hacerlo porque no parece importante. Sin primaria terminada, sin preparatoria acabada, sin una carrera profesional para hacerlos productivos, competitivos, ciudadanos empoderados de México y del mundo. Al servicio de los que se han embolsado al país y se dedican a extraer recursos de él. Jugando el viejo juego de la extracción de lo que pueden y la protección de lo que poseen.

Un sistema político, social, cultural basado no en el mérito sino en la relaciones. Basado no en la excelencia sino en los contactos. Donde importa menos el grado que el apellido. Donde los puestos se adjudican como recompensa a la lealtad y no al profesionalismo. Donde las puertas se abren para los disciplinados y no necesariamente para los creativos. La dádiva de generación en generación, de familia en familia, de mano a mano. La palmada en la espalda y el guiño del ojo. Los matrimonios que cimientan alianzas de negocios y de clase. Las compañías que pasan del abuelo al hijo al nieto. Los caudillos locales apoyados por sindicatos leales. El monopolio estatal que se vende al amigo y lo convierte en multimillonario.

Los muros – educativos, culturales, sociales, empresariales -- construidos contra los de afuera, obstaculizando la movilidad. Evitando el ascenso. Impidiendo el ingreso. De los pobres. De los provincianos. De los empresarios innovadores. De la competencia. De los que no tienen acceso al crédito. De los que aprovecharían las oportunidades reales si existieran. Y que cruzan la frontera en busca de ellas. Millones de mexicanos con múltiples trabajos, supervivientes ansiosos de un sistema que no funciona para ellos. Un sistema que opera a través de la exclusión, que se nutre de la marginación.

Frenando la competitividad del país ante un mundo globalizado. Obstaculizando el crecimiento de una economía que cayó de décimo a doceavo lugar. Llevando la frustración a las calles. Reforzando la desesperanza de los desposeídos. Arando el terreno para cualquiera que siembre promesas, que ofrezca recetas rápidas, que provea 50 puntos con los cuales salvar al país. Alimentando el éxodo y la exportación de talento que entraña. Convirtiendo a México en un país donde 1 de cada 5 hombres entre la edad de 26 y 35 años vive en Estados Unidos.

México tiene estabilidad, es cierto. México no ha padecido otra crisis económica, es cierto. Pero eso no es suficiente para consolidar una clase media. Para garantizar la movilidad social. Para construir trampolines que permitan saltar de la tortillería al diseño de "software". Para darle ocho años más de educación al 20 por ciento de la población más pobre. Para cambiar una estadística que encoge el ánimo: el porcentaje de mexicanos entre 25 y 34 años con educación superior es de 5 por ciento, comparado con 2 por ciento para la generación treinta años mayor. Otros países han hecho más y lo han hecho mejor. En Corea del Sur la proporción es de 26 por ciento cuando hace treinta años solo era de 8. Hace veinticinco años la economía coreana era cuatro veces menor a la de México; este año la rebasa.

Algo está mal. Algo no funciona y la izquierda debería entenderlo. Va más allá del liderazgo y del partido y de la elección del 2006. Trasciende a Andrés Manuel López Obrador y a Felipe Calderón. Tiene que ver con una cuestión profunda, histórica, estructural. La apuesta que el país le hace a sus recursos por encima de su población. La extracción del petróleo sobre la inversión en la gente. La concentración de la riqueza que ese modelo genera. Las disparidades que acentúa. La población pobre y poco educada que produce. El comportamiento clientelar que induce. La ciudadanía poco participativa que engendra. Los recipientes apáticos que hornea, generación tras generación.

Y el círculo vicioso que institucionaliza. Ese patrón de comportamiento transexenal que condena a México al estancamiento, independientemente de quien llegue a Los Pinos y gobierne desde allí. Ese patrón de reformas parciales o postergadas. De privatizaciones amañadas o mal ejecutadas. De todo lo que no se hace porque el petróleo vale 50 dólares el barril. Eso que permite perder el tiempo; evitar las reformas indispensables; producir daño de largo plazo. Darle cosas a la población en vez de educarla. Porque como escribe Michael Ignatieff, los recursos naturales como el petróleo son un obstáculo para la democracia para cualquier país en desarrollo. Cuando un gobierno consigue lo que necesita vendiendo petróleo, no tiene que recaudar impuestos. Y un gobierno que no recauda impuestos pierde incentivos para responderle a su población. Convierte a sus ciudadanos en recipientes en vez de participantes. Esos que viven con la mano extendida en vez de la frente en alto.

Ante ese diagnóstico, México necesita una buena izquierda. Una izquierda que atempere a Calderón en vez de ayudarlo a pensar que puede gobernar solo. Una izquierda capaz de remontar la intransigencia que fortalece al panismo en vez de acotarlo. Una izquierda que sea acicate del cambio progresista y no pretexto para el conformismo conservador. Una izquierda que sea protagonista de la política y no sólo víctima predecible de ella. Una izquierda con ideas viables y no sólo posturas teatrales. Una izquierda que sepa hablarle a las clases medias en lugar de alienarlas. Una izquierda capaz de rechazar tanto la claudicación que el PAN quiere y la inmolación que AMLO parece exigir. Una izquierda abocada a crear participantes en vez de recipientes. Una izquierda que sepa ser oposición, porque el país la necesita.

Todo aquello que explica la razón de ser de la izquierda mexicana sigue allí. La pobreza y la desigualdad y la corrupción y la justicia discrecional y la concentración de la riqueza y la postergación de soluciones para distribuirla mejor. El país de privilegios y de quienes no quieren perderlos es real. Existe. Está allí. Consagrado en la nueva ley de Radio y Televisión y el agandalle que busca justificar. Consagrado en los evasores de impuestos que no quieren comprometerse a pagarlos. En los contratos otorgados de manera discrecional bajo el arropo de "la normatividad existente". En ese neoliberalismo mal instrumentado que preserva en vez de transformar. Las privatizaciones que transfirieron monopolios públicos a manos privadas y no los desmantelaron. Los bonos discrecionales y los sueldos desorbitados y la rapacidad de quienes trabajan para el Estado pero se embolsan partes de él. El gobierno como botín repartido. Y por ello, los de abajo siguen siendo los de abajo, los de arriba siguen siendo los de arriba, los de en medio siguen luchando para poder quedarse allí. Pero la izquierda parece estar demasiado ocupado denunciando al sistema para pensar en cómo mejorarlo.

Si quiere influir y no sólo vetar, la izquierda debe reflexionar. Debe reconsiderar. Debe entender que si continúa comportándose como lo ha hecho a partir del 2 de julio, no hará de México un país más justo sino más panista. No hará de México un país más equitativo sino más conservador. Y no empoderará a los desposeídos sino al partido que apela a la mano firme para lidiar con ellos. Y si López Obrador no logra superar la disonancia cognoscitiva que lo aqueja, ojala que otros líderes sí logren remontarla. Y si López Obrador sigue empeñado en convertir al PRD en promotor de la empanización del país, ojala que los progresistas del país no se lo permitan. Porque sería una paradoja trágica que la izquierda continuara pavimentando la ruta que el PAN usa para rebasarla.

Si el PRD no es capaz de traducir demandas legítimas en opciones razonables de política pública, minará a una democracia disfuncional en vez de componerla. Si el PRD no es capaz de salir de su ensimismamiento y su dolor, para entender las demandas concretas de la población, se alejará cada vez más de ella. Si el PRD no es capaz de articular propuestas creíbles para la justicia distributiva, le dará armas a quienes insisten en que no es necesaria. En lugar de ayudar a los pobres, fortalecerá políticamente a quienes preferirían encarcelarlos.

Por ello, la izquierda hoy debe pensar en algo que vaya más allá de obstaculizar, parar, bloquear, tumbar, denostar. Algo más constructivo que odiar a la derecha y lanzarse a las calles para denunciarla. Algo más grande que simplemente apostarle al fracaso de Calderón y las múltiples formas de sabotearlo. Una lista de cambios legislativos e institucionales que el PRD pueda adoptar en el Congreso y a través de los gobernadores para poner a los pobres primero. Un "Nuevo Trato" como el que promovió Roosevelt, con propuestas prácticas y concretas para proveer empleo, tejer redes de seguridad social, educar a los mexicanos y empoderarlos. Una serie de propuestas para atacar la inequidad y remontar la brecha Norte-Sur y remodelar al Estado y regular a los monopolios y fortalecer al IFAI y cuestionar la constitucionalidad de la ley Televisa y someter a los legisladores a la reelección y reducir el financiamiento a los partidos y recortar el tiempo de las campañas y ciudadanizar a la política. Una agenda que atienda los agravios en vez de atizarlos.

Una agenda que también entienda subrayar el mérito de la continuidad con políticas que han funcionado. La disciplina fiscal y la liberalización comercial y la estabilidad macroeconómica. El reto de la globalización ineludible y cómo aprovecharla. Todo lo que vincula a México con el mundo. Todo lo que otros países modernos han adoptado y para bien. Todo lo que promueve la competitividad en un entorno internacional donde se paga el precio de ignorarla. Esa ruta que México debe recorrer sin atajos si quiere avanzar, si quiere prosperar, si quiere dejar de ser como siempre ha sido. Ese camino por el cual países como Irlanda y Corea del Sur y Chile y España corren hoy. Países que tomaron la decisión de crecer y compartir, de competir y educar, de crear riqueza y distribuirla mejor. La agenda de una izquierda ni peleonera ni agachada sino inteligente. La agenda de una izquierda que existe y actúa para mejorar al país. La actitud de una izquierda que quiere sanar el hoyo en el corazón de la patria. No al revés.
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MensajeTema: rode_rico_el_barbaro   Ciudadanos Vasija Icon_minitimeMiér Dic 17, 2008 6:59 pm

Me parece que vale muchisimo la pena, la liga si lo quieren ver y escuchar:

http://www.coparmex.org.mx/nuevositio/videoStream/eventos/enc_empr_denisseDresser_121007.htm
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MensajeTema: MARIZA   Ciudadanos Vasija Icon_minitimeMiér Dic 17, 2008 6:59 pm

Me gusto esa frase Alma de Pedro Kropotkin que colocaste, aun mas, me encantaria colocar aqui, un fragmento de una carta que envia a Lenin, con motivo de la situacion laboral de empleados del Gobierno Ruso

"Es necesario acelerar la transición a condiciones más normales de vida. Nosotros no continuaremos de esta manera por mucho tiempo; vamos hacia una catástrofe sangrienta.

Una cosa es indiscutible. Aún si la dictadura del proletariado fuera un medio apropiado para enfrentar y poder derruir al sistema capitalista, lo que yo dudo profundamente, es definitivamente negativo, inadecuado para la creación de un nuevo sistema socialista.

Lo que si es necesario son instituciones locales, fuerzas locales; pero no las hay, por ninguna parte. En vez de eso, dondequiera que uno voltea la cabeza hay gente que nunca ha sabido nada de la vida real, que está cometiendo los más graves errores por los que se ha pagado un precio de miles de vidas y la ruina de distritos enteros.

Sin la participación de fuerzas locales, sin una organización desde abajo de los campesinos y de los trabajadores por ellos mismos, es imposible el construir una nueva vida.

Pareció que los soviets iban a servir precisamente para cumplir esta función de crear una organización desde abajo. Pero Rusia se ha convertido en una República Soviética sólo de nombre.

La Influencia dirigente del "partido" sobre la gente, "partido" que está principalmente constituido por los recién llegados, pues los ideólogos comunistas están sobre todo en las grandes ciudades, ha destruido ya la influencia y energía constructiva que tenían los sovlets, esa promisoria Institución.

En el momento actual, son los comités del partido, y no los sovíets, quienes llevan la dirección en Rusia. Y su organización sufre los defectos de toda organización burocrática.

Esta carta, se la envia el Principe a Lenin, el 4 de marzo de 1920, y al leerla veo, que mucho de su contenido, sigue siendo tan actual, Alma.

Un afectuoso saludo.
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