Felipe El Pequeño Quería “Todos los Juguetes” Ser Superior a los Malos Fue su Ilusió

En una entrevista televisiva norteamericana, realizada hace poco, al hablar sobre su guerra personal legitimadora dizque contra el narcotráfico, el chaparrín Calderón dijo emocionado a Katie Couric de CBS: “¿Usted recuerda el programa de televisión 24? Yo quería todos los juguetes, todo eso, todos los instrumentos para ser superiores a los criminales”.

Pues bien, al hojear la publicación “International Journal of Intelligence and Counterintelligence” volume 23, number 4, winter 2010-2011, hay un artículo ilustrativo sobre las alucinaciones generalizadas acerca de la realidad de los servicios de inteligencia, a partir de la imaginación. “´Spytainment´: the Real Influence of Fake Spies”, en el que la autora Amy B. Zegart (antigua asesora de Clinton en seguridad nacional) indica que “el desconocimiento (de la gente) sobre el trabajo de inteligencia y seguridad es sorprendente”.

El siguiente párrafo, referido a posturas de encuestados, es significativo: “aquellos que siempre veían (como Calderón) el show de televisión “24” aprobaron el asesinato, la tortura y la detención indefinida de sospechosos de terrorismo, en mayor medida que aquellos que casi no veían el programa de televisión.

Claro que el tamaño de la muestra es pequeño para ser concluyente, pero…
Sólo los resultados para respuestas sobre tortura fueron estadísticamente significativos al nivel del 0.05. Y la encuesta no prueba que ver el show televisivo cause estas actitudes. Sin embargo, los resultados sugieren que algo ocurre. Análisis de contenido del Parent´s Televisión Council encuentran que el programa “24” transmite tortura frecuentemente (en promedio una escena de tortura en cada episodio) y siempre en términos favorables; en el mundo de Jack Bauer (y en el de Calderón, insisto), los métodos rudos son los que siempre usan los ‘chicos buenos’, y los métodos funcionan.

Tomados en conjunto, estos hallazgos sugieren que “24” ya sea refuerza las creencias previas de sus televidentes acerca de la eficacia de la tortura, o bien que configura más directamente esas creencias.

Curiosamente, el propio inspector general de la CIA llega a una conclusión diferente, hallando bastante cuestionable la efectividad de técnicas rudas de interrogatorio”.

Cabría insistir en que a las deficiencias mentales del señor Calderón hay que añadir sus ridículas aficiones televisivas como definidoras de políticas públicas de seguridad nacional, lo cual arroja un escenario muy preocupante. Pobre México.

En cualquier otro país con una sociedad civilizada, una conducta como la de Calderón ya habría provocado su urgente secuestro médico e internamiento obligatorio con camisa de fuerza incluida, en una institución siquiátrica para su inmediato tratamiento.

Pero aquí se le tolera.

Quizá cuando deje la presidencia incluso se le declare inimputable, por su incapacidad mental.