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| Izquierdas Americanas | |
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HAISHA Master
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| Tema: Izquierdas Americanas Mar Ene 20, 2009 9:30 pm | |
| Izquierdas americanas por Alberto Barrera Tyszka e Ibsen Martínez Para combatir el chavismo, Teodoro Petkoff no ha tenido que renunciar a la inteligencia ni a sus convicciones izquierdistas. Por el contrario: mediante un periodismo agudo y vehemente ha logrado desnudar el autoritarismo de Hugo Chávez. En esta conversación, exclusiva para Letras Libres, apunta más lejos: contra la izquierda autoritaria y a favor de la izquierda democrática en América. En febrero de 1967, Teodoro Petkoff Malec tenía 36 años y era un importante dirigente del Partido Comunista de Venezuela. Por aquellos días, el legendario comandante guerrillero que ya era Petkoff escapó espectacularmente, junto con otros dos importantes jefes comunistas, a través de un túnel que los sacó de la prisión militar de San Carlos, un viejo cuartel caraqueño cuya construcción se remonta al siglo XVIII. No fue esta su única fuga ni la más desconcertante para sus captores. En 1969, Petkoff todavía se hallaba prófugo cuando el presidente Rafael Caldera propició un proceso político de pacificación que, en breve tiempo, llevó a muchos jefes guerrilleros de entonces a incorporarse al juego electoral propio de la vida democrática. Petkoff es hijo de un químico búlgaro y de una médico polaca, de origen judío; tras conocerse en Checoslovaquia a fines de los años veinte, y desencantados ambos de las políticas del Comintern, decidieron emigrar a Venezuela. Ambos fueron a trabajar a una central azucarera, en una todavía remota región al sur del Lago de Maracaibo: su padre, como químico de la central, y su madre, como la primera mujer médico que ejerció en Venezuela. Allí, en Bobures, pueblito habitado por descendientes de esclavos, nació el “catire” (entre venezolanos, el “güero”) Petkoff. Debía transcurrir un lustro todavía para que la muerte pusiera fin a la oprobiosa dictadura del general Juan Vicente Gómez. Graduado con honores como economista en la Universidad Central de Venezuela (UCV), alcanzó desde muy joven posiciones de dirección en el Buró Político del Partido Comunista de Venezuela (PCV). Actuó en la resistencia estudiantil contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Ya desde sus primeros carcelazos, Petkoff comenzó a disentir de la estrategia revolucionaria “tricontinental” propugnada por La Habana. Así, desde mediados de los años sesenta, Teodoro –como es conocido en toda Venezuela– construyó, en artículos y documentos del partido, un discurso sumamente crítico del modo en que muchos movimientos de izquierda latinoamericanos buscaron repetir la exitosa experiencia insurreccional cubana. Esto, desde luego, le valió la excomunión por parte de Fidel Castro. La irrupción de fuerzas del pacto de Varsovia en Checoslovaquia, a fines de 1968, lo hizo no sólo tomar partido por la así abortada “primavera de Praga”, sino también escribir un libro sumamente polémico, Checoslovaquia / El socialismo como problema (1969), que trascendió las fronteras de su país y alcanzó la distinción de que Leonid Brézhnev incluyera a su autor en la lista de enemigos de la URSS. En 1971, junto con otros muchos dirigentes del PCV, Petkoff fundó el Movimiento al Socialismo, de tendencia moderada. Veintisiete años más tarde, en 1998, se separó del MAS por estar en desacuerdo con la línea de ese partido, en el sentido de apoyar la candidatura de Hugo Chávez. Como independiente, abrazó entonces el periodismo político, primero como director del vespertino El Mundo, y más tarde fundando su propio periódico, Tal Cual, cuya política editorial ha sido de indoblegable crítica al presidente Chávez. Su libro Dos izquierdas (Alfa Grupo Editorial, 2005) aborda las recientes oleadas populistas y el resurgimiento de los gobiernos “de izquierda” en América Latina. Se lo tiene en Venezuela por hombre ríspido, pero casi siempre atinado en sus juicios, al punto de que aun sus adversarios más enconados en el gobierno rinden respeto a su independencia intelectual, a su valor personal y a su larga experiencia en el duro oficio de estar siempre en lúcida minoría. En el curso de esta “década de Chávez”, Teodoro Petkoff ha perseverado como vocero de una grave advertencia que preferimos poner en sus propias palabras: “Existe hoy la manifiesta voluntad del gobierno de Chávez de controlar nuestros actos y hasta nuestro pensamiento. Se trata de tendencias que todavía podemos detener, pero a condición de que tomemos conciencia de la gravedad de la situación y actuemos en consecuencia.” ~ | |
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| Tema: MASTER LA POLACA Mar Ene 20, 2009 9:31 pm | |
| Volodia y Neruda por Jorge Edwards El novelista Germán Marín, hombre que viene de la izquierda comunista de los años sesenta y setenta, de las vísperas exaltadas y del agitado período de la Unidad Popular, fue el gran aguafiestas de los funerales de Volodia Teitelboim. A pesar de la solemnidad de la ocasión, o quizá precisamente por ella, no quiso cuidar sus palabras. Dijo que Volodia, autor prolífico de novelas sociales y de biografías de escritores, sólo tenía un talento de escribidor; que sus memorias no eran más que crónicas olvidadizas; que sus biografías estaban escritas desde el lugar común; que había sido siempre un cómplice del estalinismo, cómplice declarado en la década de los cuarenta y a comienzos de los cincuenta, vergonzante en los años que siguieron. Estoy de acuerdo en casi todo, pero creo que Marín fue injusto en un aspecto importante. Volodia, como lo comenté muchas veces con José Donoso, quien solía frecuentarlo más que yo, era un enamorado de la literatura, y eso quizá lo redimía de muchos de sus pecados literarios. Añadiría, por mi parte, que fue un enamorado bastante mal correspondido, pero esto ya es harina de otro costal. A pesar de todo, a pesar de sus errores y sus majaderías, y a pesar, desde luego, de su estólido estalinismo, del que nunca dio señales de autocrítica o de arrepentimiento, Volodia, con enorme paciencia, con tenacidad férrea, con notable capacidad de lectura, llegó a ser un verdadero hombre de letras, en más de algún sentido un buen académico, lo cual se contradice curiosamente con sus pretensiones revolucionarias. Ahora bien, ¿cuántos militantes comunistas de la vieja guardia terminaron en un declarado y consagrado academicismo? En Europa occidental y del Este, en Iberoamérica, abundan los ejemplos. El estalinismo puede ser libresco, ilustrado, y gozar de una memoria altamente selectiva. Volodia Teitelboim, en estos terrenos, era un ejemplo extraordinario, y le gustaba mucho decir, en los últimos tiempos y en forma un tanto críptica, que él era, precisamente, un intelectual “todo terreno”. A mí me parece que los académicos, los hombres de letras, los ilustrados de ahora, son necesarios, y más que nada en Chile, en nuestro paisaje intelectual parejo, modesto, carente de estímulos de todo orden. Pero, por otro lado, los aguafiestas, como contrapartidas de esta rampante mediocridad, son más que necesarios. Germán Marín lo sabe muy bien. Se adhiere a una tradición intelectual que conoce a fondo y que también se podría definir como una antitradición. Juan Emar, Vicente Huidobro, el propio Nicanor Parra pertenecen a esta familia insatisfecha y provocadora. ¿Qué hubiera sucedido si las ceremonias de la muerte de Volodia se hubieran reducido a unas pompas políticas en el Salón de Honor del antiguo Congreso Nacional, rodeado de los emblemas de su viejo partido; a una Internacional cantada al más alto nivel, con la presidente Michelle Bachelet y sus principales ministros colocados junto al ataúd en formación casi militar; a unas declaraciones extravagantes del candidato de la derecha, Sebastián Piñera, quien de repente cambió su chaqueta de financista y de político, no se sabe con qué títulos, por la de crítico literario, arriesgándose a declarar que Volodia era “un gigante”? Germán Marín sostiene que Teitelboim, en su conocida y en cierto modo oficial biografía de Pablo Neruda, “no se atrevió a ir más allá en sus relaciones amorosas”. Es un juicio parcialmente correcto, pero implica una reducción simplista, hasta ingenua, de los problemas de fondo que plantea una biografía contemporánea de Neruda. Volodia no se atrevió a ir más allá, debido a sus prejuicios, a sus anteojeras visibles, evidentes, en muchos, en casi todos los elementos esenciales de la vida y de la poesía de Neruda, no sólo en los amorosos. Si uno lee su biografía con un poco de atención, descubre que fue un verdadero maestro de la omisión piadosa. Voy a indicar sólo algunos detalles que son, en verdad, como comprenderá de inmediato el lector, mucho más que detalles. Y conste que el Neruda de Volodia Teitelboim se presenta como una biografía clásica, respetuosa de la historia pública y privada del personaje, objeto de estudio para las generaciones presentes y futuras. Pues bien, me permito adelantar unas pocas de esas observaciones. El texto nos informa, por ejemplo, que el joven Pablo Neruda consiguió por fin, a mediados de 1927, y no se sabe después de qué gestiones previas, un nombramiento diplomático, y nos dice que viajó en junio de ese año al Extremo Oriente para asumir el puesto de cónsul de Chile en Rangún, en la antigua Birmania. Cónsul honorario, asegura el texto, pero la verdad es que era un consulado de elección, cargo que daba derecho a un sueldo fijo mínimo y a un porcentaje de las entradas consulares. Lo que importa aquí, sin embargo, es otro “detalle”. La autoridad chilena indiscutida a partir de abril de ese año era el entonces coronel Carlos Ibáñez del Campo, quien iniciaba, en calidad, primero, de vicepresidente de la República y, luego, de presidente, su período de cuatro años de dictadura militar ligeramente maquillada. Es un dato histórico que ningún biógrafo serio podría omitir. Las generaciones de hoy tienen derecho a conocerlo. Por lo demás, no es un argumento de peso en desmedro del Neruda de Rangún, de Colombia, de Batavia, el poeta de Residencia en la tierra, uno de los grandes libros de toda la poesía del siglo XX. Ibáñez, a través de su ministro de Hacienda Pablo Ramírez, dio becas a intelectuales y artistas como Camilo Mori, Luis Vargas Rosas, Israel Roa y Samuel Román, entre muchos otros. Fue, esa ayuda a los artistas, un sello de su gobierno, hasta un estilo de gobierno. El llamado Grupo de Montparnasse, cercano a Vicente Huidobro, a Juan Emar, a no chilenos como Juan Gris o Alejo Carpentier, pudo formarse, en buena parte, gracias al apoyo del Estado ibañista. Si queremos enfocar nuestro desarrollo intelectual con claridad, sin recurrir a los ocultamientos piadosos, tenemos que decirlo con todas sus letras. Claro está, leyendo las biografías apologéticas de Volodia Teitelboim nos quedamos en las nubes. En todo el fenómeno esencial, dramático, de consecuencias humanas y políticas profundas, del estalinismo y de la relación de Pablo Neruda con José Stalin, Volodia escribe con una beatería y una hipocresía simplemente asombrosas. Veamos, por contraste, a fin de sacar conclusiones aceptables, actuales, reveladoras, tres o cuatro versos de Neruda en la sección El miedo, parte de Memorial de Isla Negra, sobre el fenómeno estalinista: “Siempre aquellas estatuas estucadas/ de bigotudo dios con botas puestas/ y aquellos pantalones impecables/ que planchó el servilismo realista...” En el mismo libro, poco más adelante, Neruda, ya de vuelta del realismo socialista, escribirá: “Amo lo que no tiene sino sueños./ Tengo un jardín de flores que no existen./ Soy decididamente triangular...” Son afirmaciones transparentes, indicaciones inequívocas de un cambio estético y de visión política, aunque no sean ni pretendan ser o implicar un cambio de militancia. Neruda me dijo más de una vez, a propósito del tema: no puedo pasarme para el otro lado y permitir que me utilice “El Mercurio”. En buenas cuentas, Neruda siguió leal a su partido, pero renegó con la mayor claridad de su antigua y recalcitrante adhesión a José Stalin. Pues bien, Volodia, nuestro biógrafo aplicado, meticuloso, sentencioso, pasa todo este proceso por alto, o lo menciona en pinceladas ligeras, superficiales, asumiendo un tono general de gracejo, de algo que podríamos definir como gracejo sin gracia. El nombre “Stalin”, sin ir más lejos, figura sólo una vez, y en forma circunstancial, en las quinientas y tantas páginas de su biografía de Neruda. En algunos pasajes de la biografía, las omisiones de Volodia son francamente extraordinarias. El poeta llega en el mes de agosto de 1940 a hacerse cargo del consulado general chileno en la capital de México. A las pocas semanas, un funcionario mexicano, de hecho, el entonces embajador de México en Chile, el poeta Manuel Maples Arce, se le acerca y le pide que ayude al famoso muralista David Alfaro Siqueiros, quien se encontraba en prisión, a salir del país y viajar a Chile. Neruda, en su condición de cónsul, le concede una visa a Siqueiros, a pesar de que no estaba autorizado por el ministerio chileno, y Volodia sugiere que lo hace por motivos culturales. Gracias a ese gesto, escribe, Chile puede contar ahora con un auténtico mural del pintor mexicano en una escuelita de Chillán. Es verdad, desde luego, pero hay otra verdad oculta, maliciosamente omitida. Siqueiros no estaba en la cárcel por una infracción de tránsito o por alguna evasión de impuestos. Siqueiros había organizado un atentado de un grupo comunista armado en contra de León Trotski, el archienemigo de Stalin, asilado desde hacía algún tiempo en la capital federal. Es un “detalle” que los lectores, después de más de sesenta años de los sucesos, tienen derecho a conocer. Pero resulta que el nombre “Trotski”, que tuvo tan estrecha y terrible relación con el problema del estalinismo, ni siquiera figura en la biografía de Volodia. Germán Marín sostiene que el vate, esto es, Pablo Neruda, “ya en el setenta estaba cabreado y empezó a hablar del estalinismo”. Si uno lee bien su poesía, descubre que su “cabreo” venía del año 64, fecha de la publicación del Memorial de Isla Negra, e incluso de antes, de la época de Estravagario (1958). En París, en vísperas de la concesión del Premio Nobel de Literatura, fue extensamente entrevistado por el conocido periodista Edouard Bailby para la revista L’Express. Supe de la entrevista en detalle y hasta tuve algo que ver con su organización. Durante la conversación, el tema de Siqueiros y de su asalto a la casa de Trotski en México DF salió a relucir. Neruda había llegado a la capital mexicana después del episodio, de manera que las acusaciones en su contra, que circulaban en Europa en vísperas del Nobel y que todavía circulan en algunos lados, carecen de base. Neruda le explicó a Bailby cómo el embajador Maples Arce le había pedido que ayudara a sacar a David Alfaro Siqueiros, detenido demasiado incómodo para su gobierno, a Chile, y por qué le había dado la visa a pesar de la oposición de la administración chilena. Bailby, entonces, en la sala privada que había arreglado el poeta en el segundo piso de la residencia de la Motte-Picquet, le preguntó por su adhesión al estalinismo. ¿Qué pensaba él al respecto en esa segunda mitad de 1971, en los días en que era embajador del gobierno de Salvador Allende en Francia? La respuesta literal de Neruda, que consta por escrito en su entrevista de L’Express y que Volodia ni siquiera habría soñado con dar, fue la siguiente: Je me suis trompé. La dijo en su francés aprendido en los años veinte en el Instituto Pedagógico de Santiago. La traducción, como los lectores ilustrados saben, es: Me equivoqué. Era, como ya comprenderá el lector, una afirmación enteramente desconocida y hasta imposible para Volodia, que nunca se equivocaba. Y que por eso, a lo mejor, recibió tantos homenajes oficiales y no oficiales en su deceso. ~ | |
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| Tema: MASTER LA POLACA Mar Ene 20, 2009 9:33 pm | |
| Ideas para la izquierda por Humberto Beck Ante los apremiantes dilemas de la globalización, buena parte de la izquierda se ha limitado a censurar y lamentarse. Humberto Beck repasa la más reciente bibliografía política en busca de la otra izquierda: crítica, lúcida, propositiva. El resultado: cinco propuestas novedosas que rebasan “por la izquierda” al pensamiento socialista tradicional. Uno a uno, los diversos pilares de las teorías y prácticas de izquierda han entrado en crisis. Como propuestas progresistas de desarrollo, la dictadura del proletariado, el nacionalismo revolucionario, la estatización de la economía y el Estado benefactor se han derrumbado o han sido cuestionados intensamente debido a la inviabilidad de sus propuestas, la caducidad de sus esquemas o la ineficacia de sus resultados. Desde distintas perspectivas, el diagnóstico de la crisis converge en un mismo punto: la izquierda se ha quedado sin ideas y precisa urgentemente de ellas. Este desierto es un espejismo. A pesar de la debacle, y quizás inducida por ella, aquí y allá aparecen los signos de una renovada imaginación práctica de izquierda. Autores, activistas, funcionarios y simples ciudadanos alrededor del mundo diseñan esquemas o ejecutan alternativas sociales que cuestionan y rebasan creativamente los límites del pensamiento socialista tradicional. Las tentativas modernizadoras y las recientes tendencias globales han traído, a la par de progresos estimables, nuevas desigualdades que apremian la reformulación de los proyectos críticos de la izquierda. A continuación, provenientes de tradiciones y posturas diversas, cinco indicios precisos de esta renovación. Plan para una pensión global Aunque la izquierda nació a mediados del siglo XIX con una vocación decididamente internacional, a principios del siglo XXI vastos sectores progresistas alrededor del mundo han adoptado un programa inverso: la condena del mundo exterior como amenaza y la defensa del ámbito nacional como la única instancia para practicar políticas públicas igualitarias. Dudar de la viabilidad (o hasta de la necesidad) de lo global, sin embargo, no es suficiente para corregir los efectos sociales negativos producidos por la internacionalización de la economía. Pero también existe una perspectiva de izquierda que, en vez de censurar la nueva dimensión universal de los intercambios, la asume como categoría de pensamiento y acción. El recelo ante los flujos de capital, el libre comercio y las corporaciones puede trascender la simple actitud refractaria y traducirse en una crítica razonada de lo global y sus desequilibrios, y en la concepción de lo internacional como un espacio para la ejecución de alternativas sociales y económicas. El historiador británico Robin Blackburn, profesor de la New School for Social Research de Nueva York y antiguo editor del New Left Review, ha propuesto en este sentido una idea original: el plan para una pensión global. La pensión global sería un esquema generalizado de seguridad social que beneficiaría directamente a toda persona de edad avanzada. Debido a su carácter universal, el goce de la pensión no estaría sujeto a evaluaciones de necesidad económica –que desalientan el ahorro entre los pobres y estigmatizan a los viejos como objetos de caridad– ni a contribuciones en dinero o en especie por parte de los beneficiarios. La pensión consistiría en el pago diario de la cantidad de un dólar, la cual, a pesar de parecer insignificante, puede contribuir a rescatar de la miseria a cientos de millones de ancianos que viven con menos de dos dólares al día. Blackburn propone financiar el costo de la pensión –alrededor de 205 millardos de dólares al año– mediante la aplicación de modestas tasas a los circuitos de la globalización. Para tener una base fiscal dinámica y amplia, el autor piensa concretamente en tres dispositivos monetarios vinculados con los trabajos de la economía global: 1) un pequeño impuesto (de hasta 0.1%) a las transacciones internacionales de divisas; 2) un impuesto al combustible utilizado en vuelos internacionales, y 3) una tasa de 2% para la riqueza corporativa. Con la asistencia de organizaciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional, las autoridades fiscales nacionales estarían a cargo de recaudar estos impuestos. Los ingresos serían asegurados en las oficinas centrales de un Fondo para la Pensión Global, el cual contaría con una red regional y nacional de alrededor de mil oficinas locales responsables del pago de la pensión. Los costos administrativos de la pensión global resultarían en no más del 1 por ciento del presupuesto total, y probablemente menos. La dirección de los procesos globalizadores no tiene por qué estar en manos del sector privado exclusivamente. La creación de instituciones como el Fondo de la Pensión Global es uno de los posibles caminos para, en palabras de Blackburn, “extender las políticas sociales en la era de la globalización [e] introducir estos valores en un ámbito de alcance global”. Robin Blackburn, “Plan for a Global Pension”, New Left Review 47, Sept.-Oct. 2007. El Fondo de Impacto en la Salud El desarrollo de sustancias farmacéuticas originales tiene un costo considerablemente alto que se ha intentado compensar mediante el otorgamiento de patentes monopólicas. Durante la vigencia de este registro –un periodo de veinte años–, nadie más puede producir legalmente el medicamento fuera del dueño de la patente. El resultado han sido costos de venta artificialmente altos, que en ocasiones rebasan el mil por ciento del precio real de mercado, y la exclusión de miles de millones de personas del acceso a los medicamentos más nuevos y efectivos. Además de privar a los consumidores de la libertad de comprar esos medicamentos a precios competitivos, el actual régimen globalizado de patentes induce a un olvido de las enfermedades concentradas en los pobres –como la neumonía o la malaria. Alentadas por la perspectiva de ganancias aseguradas, las compañías farmacéuticas tienden a concentrar sus esfuerzos de investigación en soluciones a las enfermedades padecidas por los grupos con la capacidad económica de pagar los medicamentos –como las enfermedades del corazón. De acuerdo con el filósofo alemán Thomas Pogge, profesor de las universidades de Columbia y Yale y miembro de la Academia Noruega de Ciencias, este reglamento produce enormes pérdidas en términos de enfermedades y muerte prematura a miles de millones de personas pobres, pérdidas que las ganancias obtenidas por las compañías gracias a las patentes no pueden justificar. Y sin embargo, a pesar de sus desventajas, la perspectiva de rentas monopólicas para las empresas ha generado un sorprendente arsenal de medicamentos que produce beneficios para el consumidor. ¿Cómo conciliar entonces la innovación farmacéutica con la libertad de acceso a los medicamentos? Thomas Pogge ha propuesto una respuesta posible: un plan de reforma que ofrezca a los descubridores médicos incentivos financieros para atender las enfermedades de los pobres. La idea básica del plan es que la invención farmacéutica debería alentarse a través de recompensas ligadas a la eficacia médica de los descubrimientos, y financiadas públicamente. El incentivo se especificaría como una promesa de retribución a los descubridores de cualquier medicamento en proporción a su efectividad durante los primeros diez años de su existencia. Como todos los seres humanos serían beneficiarios potenciales de este plan, su financiamiento se podría distribuir mediante un acuerdo internacional que cree un Fondo de Impacto en la Salud (FIS). El costo del FIS se dividiría en proporción a los ingresos nacionales brutos de los Estados miembros. En su fase inicial, el FIS podría prometer a cada nueva sustancia registrada una remuneración anual de mil dólares por cada año de vida saludable que reste a la mortalidad y morbilidad de cada miembro de la población mundial. Si todos los países del mundo se unieran al esfuerzo, cada uno contribuiría con menos del 0.008% de su ingreso nacional bruto. El dinero recaudado financiaría cuatro millones de años individuales de vida saludable ganados para la población mundial. A juicio de Pogge, en vez de lamentar que las corporaciones ubiquen sus beneficios por encima de las personas, la salud y la naturaleza, es necesario estructurar los mercados de modo que alienten el buen comportamiento corporativo. En este sentido, el régimen global de patentes se puede reestructurar con el fin de que los innovadores médicos ganen un interés financiero en la eliminación de las enfermedades que afligen a los pobres. Desde un punto de vista político y social progresista, regular el capitalismo es un proyecto fundamental y necesario, pero muchas veces insuficiente. Para conseguir más eficazmente este objetivo, se necesita ir más allá: no sólo regular el capitalismo, sino insertar en su misma lógica los incentivos para que funcione socialmente. Thomas Pogge, “Medicines for the World: Boosting Innovation Without Obstructing Free Access”, por publicarse en Sur / International Journal on Human Rights núm. 8, junio 2008. | |
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| Tema: MASTER LA POLACA Mar Ene 20, 2009 9:34 pm | |
| El ingreso básico universal ¿Puede el capitalismo convertirse en un sistema económico significativamente más igualitario sin perjudicar su productividad y capacidad de crecimiento? El filósofo y economista belga Philippe Van Parijs, autor de un proyecto para la adopción de un ingreso básico universal, sugiere que sí. Esta iniciativa, que ha tenido múltiples antecedentes y formulaciones pero que ha sido articulada más ampliamente por Van Parijs en los años recientes, propone el pago a todos los miembros de una comunidad política de un estipendio mensual capaz de ofrecer un estándar de vida por encima de la línea de la pobreza. Esta remuneración se pagaría en efectivo, no en bonos ni en especie, y sin ningún tipo de restricciones relativas al destino del dinero o el tiempo de su desembolso. Cada ciudadano la recibiría individualmente, y no un hogar o un jefe de familia como sucede en esquemas de transferencias económicas ya existentes. Es incondicional: se entrega automáticamente a todos los ciudadanos, sin tener en cuenta sus circunstancias económicas y sin depender de la obtención de un empleo o de ningún otro requisito. Se podría financiar con el resto de los gastos del gobierno o mediante la creación de un impuesto específico. De acuerdo con Van Parijs, es una idea más adecuada que los programas de ayuda condicionada por varias razones: al ser un esquema universal, incrementa la proporción de personas pobres beneficiadas; al presentarse como una cuestión de ciudadanía económica, elimina los estigmas sociales que otros programas producen; al no interrumpir el pago cuando se acepta un trabajo, no funciona como un incentivo para perpetuar el desempleo. Moralmente, el ingreso básico universal se sostiene en la convicción de que, por razón de derechos básicos, nadie debería vivir en la pobreza. Políticamente, apela a una cierta igualdad mínima de oportunidad: la de retirarse de la fuerza de trabajo para participar en actividades no remuneradas. Supone la idea de que la justicia social también consiste en el goce de la “libertad real”: no sólo contar con el derecho de dar forma a un plan de vida, sino también con los recursos para realizarlo. Beneficia al creciente número de individuos que, por diversas razones, se encuentran fuera de la esfera del ingreso asalariado, como los encargados de la casa y de los hijos, los estudiantes, los excluidos del proceso económico, la “población redundante”, los vagabundos permanentes. Vuelve más accesible lo que Iván Illich, al hablar de la diversidad de actividades económicas distintas al trabajo asalariado, bautizó como el “desempleo creador”. Hasta la fecha, Alaska es la única unidad política que ha introducido un ingreso básico genuino. Lo financia parcialmente mediante los rendimientos de regalías generadas por sus campos de petróleo. Por su parte, desde 2005 Brasil comenzó a establecer gradualmente un esquema de ingreso básico universal iniciando por la cobertura de sus ciudadanos más pobres. En México, el Partido Alternativa Socialdemócrata ha incluido el ingreso básico en su plataforma política, y recientemente el grupo parlamentario del PRD ha propuesto una iniciativa de ley para instaurar un ingreso ciudadano universal. Es importante señalar que, desde 1979, Gabriel Zaid esbozó en El progreso improductivo la creación de un esquema de ingreso básico universal adaptado a la circunstancia mexicana. En esta obra, Zaid demuestra económicamente por qué un gasto público costoso, aun el dedicado a rubros sociales, no beneficia necesariamente a los pobres y argumenta con claridad las razones por las que la mejor manera de redistribuir seriamente la riqueza es repartir una parte del ingreso nacional como dinero en efectivo –“un mínimo creciente para toda persona, trabaje o no trabaje, por el simple hecho de haber nacido” –, acompañándolo de una oferta pertinente para las necesidades productivas y de consumo de los pobres. “Darle mil pesos en efectivo a una familia en una aldea de Oaxaca, donde no hace falta Metro, ni pasos a desnivel, ni agentes de tránsito, es darle mucho más que mil pesos de servicios urbanos gratuitos en el Distrito Federal.” Philippe Van Parijs, “Basic Income: A Simple and Powerful Idea for the Twenty-First Century”, en Erik Olin Wright (ed.), Redesigning Distribution / Basic Income and Stakeholder Grants as Cornerstones for an Egalitarian Capitalism, Londres, Verso, 2006. Las dotaciones de capital Con la intención de imaginar los fundamentos de un capitalismo más igualitario, los juristas norteamericanos Bruce Ackerman y Anne Alstott han propuesto que, al cumplir la edad de veintiún años, cada ciudadano reciba del gobierno una dotación de capital única y sustancial que permita a todos los adultos jóvenes convertirse en poseedores de una riqueza sustantiva. Para recibir esta cantidad fija de dinero –propuesta por los autores de esta iniciativa en ochenta mil dólares repartidos en cuatro entregas anuales de veinte mil dólares cada una–, los beneficiarios tendrían que cumplir con dos condiciones: haber terminado los estudios de preparatoria y no contar con un expediente criminal. Los jóvenes beneficiarios serían libres de gastar o invertir el dinero de la manera en que consideren más conveniente: ir a la universidad, comenzar un negocio, ahorrar para una casa, invertir en la bolsa, etc. En los primeros cincuenta años, las dotaciones de capital se financiarían mediante una tasa de dos por ciento a las fortunas individuales que excedan los 230,000 dólares. Finalizado este periodo, la carga del financiamiento recaería en los propios beneficiarios, a quienes, de haber tenido éxito económico durante su vida, se les cobraría automáticamente después de su fallecimiento un pago de retribución por la cantidad inicial recibida más los intereses correspondientes. Ackerman y Alstott señalan que, en ausencia de subvenciones de esta clase, se reproduce continuamente una situación que viola los valores de la igualdad de oportunidades: los hijos de padres adinerados reciben recursos para su educación, ahorro o inversiones, mientras que los hijos de padres sin fortuna, no. Si se aspira a la igualdad en el punto de partida para todos, es necesario expresar este compromiso en términos de propiedad privada: una donación de dinero en efectivo reconocida como derecho de nacimiento de cada ciudadano. El espíritu de esta propuesta enfatiza la responsabilidad individual y se opone lo mismo a la postura que condena cualquier intervención gubernamental que a los esquemas paternalistas de ingeniería social. Sus objetivos van más allá del alivio de la pobreza, pues busca “libertad para todos, no caridad para unos cuantos”, así como el respeto para las elecciones de cada individuo: trabajar en casa, tener un empleo asalariado o no trabajar. En el esquema de dotaciones de capital, como en el ingreso básico universal, “cada ciudadano puede reclamar su dinero simplemente porque es un ser humano, capaz de dar forma a un plan de vida”. Ambos programas rechazan del mismo modo la idea del trabajo asalariado como el espacio central de la justicia, porque “expulsa a demasiados seres humanos del escenario central de la vida social y degrada a decenas de millones de gente común y corriente a una ciudadanía de segunda clase”. Es la situación, por ejemplo, de la gran mayoría de las mujeres y de algunos hombres que consagran una buena parte de su vida al cuidado de niños y ancianos. Bruce Ackerman y Anne Alstott, “Why Stakeholding?”, en Erik Olin Wright (ed.), op. cit., Londres, Verso, 2006. La economía solidaria A lo largo del siglo XX, numerosos partidos de inspiración socialista desecharon la abolición del capitalismo como meta fundamental de la izquierda y adoptaron automáticamente la defensa del papel económico del Estado como único sustituto natural de la revolución. Aunque el nuevo paradigma de izquierda incluía la reconciliación con el mercado, no se ocuparon de imaginar otras formas de continuidad con las inquietudes socialistas, como la creación de agentes económicos organizados a partir de valores de equidad, en vez o además de simplemente prescribir la tutela del capitalismo mediante la intervención estatal. Si bien estos partidos habían roto claramente con el principio revolucionario, su visión de la realidad económica permaneció dentro de los límites convencionales del proyecto social del marxismo: la nacionalización de la economía. Sin embargo, el fin de la Unión Soviética y el descrédito de las economías centralizadas han despertado desde hace algunos años la inquietud por experimentar con nuevas formas de organización económica. Esta búsqueda de alternativas en los sistemas de producción ha llevado al florecimiento, en diversos países del mundo, de un modelo conocido como economía solidaria, compuesta por aquellas compañías que practican los principios de la autogestión. En esencia, la economía solidaria consiste en la recuperación del proyecto cooperativista, una tradición de izquierda que, como el anarquismo, ha sido eclipsada a lo largo de casi dos siglos por el socialismo dominante. Basadas en la posesión colectiva y la asociación económica entre iguales, las cooperativas rechazan la separación convencional entre trabajo y capital: en ellas los medios de producción son propiedad de los trabajadores. El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos ha editado recientemente Another Production Is Possible, una antología de estudios sobre propuestas de sistemas de producción alternativos protagonizada por los nuevos esfuerzos cooperativistas. Sousa Santos señala que, desde un punto de vista progresista, las cooperativas son alternativas de producción deseables porque se organizan de acuerdo con principios y estructuras distintas a las del capitalismo, pero se conciben y operan como unidades productivas en una economía de mercado. Existen, de hecho, confluencias entre los valores del mercado y los valores del cooperativismo: ambos promueven la autonomía de las iniciativas colectivas, buscan la eficiencia económica y apoyan la descentralización. Las cooperativas, además, poseen características que les permiten responder con eficacia a las condiciones del mercado global. Por un lado, al beneficiarse directamente de la prosperidad de la empresa, sus trabajadores dueños cuentan con incentivos para dedicarles más tiempo y esfuerzo. Por otro, al ser usualmente pequeñas, flexibles y dispuestas a formar redes, están dotadas para competir en un mercado volátil y fragmentado. En su antología, Sousa Santos incluye contribuciones dedicadas a la descripción y análisis de diversas experiencias cooperativas alrededor del mundo, como las cooperativas de recolección de basura y reciclaje en Colombia, organizadas en redes regionales y nacionales, y el reciente renacimiento de la economía solidaria en Brasil, país en el que durante los años ochenta diversas compañías declaradas en quiebra fueron adquiridas por sus trabajadores y convertidas en cooperativas que operan exitosamente hasta la fecha. Un caso notable de experiencias solidarias exitosas descritas por Sousa Santos es el Complejo Cooperativo Mondragón. Establecido en España en 1956, en la actualidad el grupo cuenta con ciento nueve fábricas, una cadena de supermercados, un banco y una escuela politécnica propiedad de los treinta mil trabajadores que lo componen. El éxito de Mondragón ha radicado en su hábil expansión de redes de apoyo cooperativo y sus innovadores esfuerzos para asegurar la competitividad en el mercado global de cada una de sus cooperativas. La economía solidaria ofrece una perspectiva de desarrollo que, si bien es tan vieja como el capitalismo industrial, en las condiciones políticas actuales aparece como inédita: la posibilidad de una izquierda empresarial, no gestionada desde el Estado, sino nacida del impulso a la vez cooperativo y emprendedor de los propios ciudadanos. ~ Boaventura de Sousa Santos (ed.), Another Production Is Possible / Beyond the Capitalist Canon, Londres, Verso, 2007. | |
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| Tema: ALMA REBELDE Mar Ene 20, 2009 9:35 pm | |
| Ay, ahora va a resultar que tooodo mundo está pre-ocupado (mejor sería ocuparse que "ocuparse antes de"), por la izquierda "latinoamericana". Se me dirá que me encanta jugar el papel de "Abogado del diablo", peeero... 1.-¿Qué antecedente tenemos del Fondo Monetario Internacional, en el área de los "beneficios sociales"? Respecto a los grávamenes...parecen interesantes y muy viables. Sobre todo el impuesto al combustible de los aviones -los cuales como sabemos son altamente contaminantes. La respuesta es en base a: "Blackburn propone financiar el costo de la pensión –alrededor de 205 millardos de dólares al año– mediante la aplicación de modestas tasas a los circuitos de la globalización. Para tener una base fiscal dinámica y amplia, el autor piensa concretamente en tres dispositivos monetarios vinculados con los trabajos de la economía global: 1) un pequeño impuesto (de hasta 0.1%) a las transacciones internacionales de divisas; 2) un impuesto al combustible utilizado en vuelos internacionales, y 3) una tasa de 2% para la riqueza corporativa. Con la asistencia de organizaciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional, las autoridades fiscales nacionales estarían a cargo de recaudar estos impuestos. Los ingresos serían asegurados en las oficinas centrales de un Fondo para la Pensión Global, el cual contaría con una red regional y nacional de alrededor de mil oficinas locales responsables del pago de la pensión. Los costos administrativos de la pensión global resultarían en no más del 1 por ciento del presupuesto total, y probablemente menos. La dirección de los procesos globalizadores no tiene por qué estar en manos del sector privado exclusivamente. La creación de instituciones como el Fondo de la Pensión Global es uno de los posibles caminos para, en palabras de Blackburn, “extender las políticas sociales en la era de la globalización [e] introducir estos valores en un ámbito de alcance global”. Robin Blackburn, “Plan for a Global Pension”, | |
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| Tema: MASTER LA POLACA Mar Ene 20, 2009 9:35 pm | |
| No se amiga, lo que si se es que en letras libres estan haciendo un analisis de las diferentes formas de gobernar de la izquierda en latinoamerica | |
| | | HAISHA Master
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| Tema: ALMA REBELDE Mar Ene 20, 2009 9:36 pm | |
| Gracias por el tip...creì que la única que cuestionaba la ideología de "izquierda latinoamericana" y con ello la "desacreditaba" era yo ... Saludos, | |
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| Tema: Re: Izquierdas Americanas | |
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| | | | Izquierdas Americanas | |
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