El Verdadero Socialismo

EL VERDADERO SOCIALISMO

Hoy en día la palabra “socialismo” suele espantar nuestros oídos, porque se la relaciona con la experiencia fracasada del bloque soviético, con la demagogia y con políticas que han atentado contra aquellos que legítimamente han construido su patrimonio.

En realidad, un socialismo bien entendido no se refiere a una “colectivización” de la economía, sino a una sociedad que privilegie el bien común sobre el interés particular, a lograr una mejor calidad de vida en todos aspectos para los miembros de la nación y de la sociedad por encima de los intereses del dinero o de los partidos políticos.

En este sentido, se puede decir que todo buen gobierno debe ser socialista, al velar por el bien común y la permanencia de la nación en su conjunto. El socialismo es también un ideal, una manera de pensar y una ética. No solamente en lo económico sino en la forma de hacer las cosas. Aunque en este caso trataremos principalmente el asunto de la economía.

Una crítica al socialismo marxista de la izquierda es una crítica del materialismo y de una visión que reduce la vida humana simplemente a un aspecto económico y de necesidades naturales (alimentación, vestido, etc.) que desprecia el carácter trascendente del ser humano y del idealismo como la fuerza creadora que ha construido grandes civilizaciones. Esto aún cuando es correcto el hecho de que estas necesidades deben ser cubiertas para que el ser humano pueda crecer en lo ético y lo personal.

Sin embargo, podemos decir que la diferencia fundamental entre nuestro socialismo y el que emana del marxismo (y del que derivan casi todos los movimientos de izquierda), es en lo filosófico: en nuestra visión esencialmente anti-igualitaria de la vida. No aceptamos la falsa idea de la igualdad absoluta y asumimos que existen diferencias irrefutables entre los seres humanos, en cuanto a su talento, su capacidad y su esfuerzo. Negarlo es negar a la naturaleza. Aquellos intentos políticos o económicos por imponer por la fuerza un emparejamiento del nivel social (la lucha de clases) lleva necesariamente a la inferiorización de todos y a la violencia.

Por tanto, no aspiramos a la instauración de un orden igualitario ni a una “sociedad sin clases” sino de un orden social dirigido por una élite formada por los mejores seres humanos, seleccionados en base a su capacidad y esfuerzo, y ya no por sus contactos personales (amiguismos, compadrazgos, etc.) o sus negocios privados como ocurre en el sistema actual. Hablamos de una sociedad jerárquica donde todos los seres humanos reciban las mismas oportunidades para desarrollar su potencial al máximo.

Nuestra visión se traslada también a todos los aspectos de la vida nacional en lo público y en lo privado. La iniciativa es parte de la naturaleza humana. Las diferencias económicas entre los miembros de la nación serán justas en la medida en que provengan de un talento y responsabilidad superiores, y no del fraude, la usura y las “palancas”, como sucede en el capitalismo actual.

Por eso hablar de una colectivización de la propiedad en el sentido marxista no es compatible con el deseo innato del ser humano hacia el desarrollo personal. La propiedad privada de la tierra y la producción es consecuencia del orden natural y va ligada al desarrollo personal. Lo que sucede en el capitalismo, es que la propiedad y los medios son acaparados por personas sin respeto por el bien común y la utilizan como medio para generar mas dinero sin trabajar (especulación con los inmuebles, con la producción, etc.).

Por eso no contemplamos un socialismo de proletarios desposeídos y colectivizados sino un socialismo de propietarios, donde todos tengan las mismas posibilidades de adquirir la propiedad, inclusive con participación de trabajadores en las grandes empresas. El ideal de una economía mixta y formas plurales de propiedad es el camino para obtener una mejor eficiencia.

El socialismo frecuentemente es sinónimo de intervencionismo estatal y estatización de empresas y servicios, lo cual tiene efectos negativos en cuanto a que crea una burocracia gigantesca e ineficiente como sucedía en el bloque soviético y en las instituciones heredadas del viejo priísmo. Nosotros, por el contrario, no nos manifestamos por un Estado propietario sino por uno eficiente que intervenga a favor de la justicia social y en contra de aquellos que busquen el acaparamiento, la usura y la especulación. La función pública será solo para los mejores y que sean capaces de adquirir una responsabilidad para con la nación, pues cualquier acto de corrupción sería duramente castigado.

El error en el que incurrieron los movimientos obreros fue el de la lucha de clases, porque las luchas sindicales tendieron a buscar beneficios absolutos para sus miembros sin tomar en cuenta la situación de los otros, degenerando en la lucha de clases. Tanto las huelgas injustificadas que cierran fuentes de trabajo como los paros patronales antieconómicos evidencian un gran egoísmo y una falta de solidaridad con el pueblo. Posteriormente apareció el corporativismo, que dio poder a dirigencias sindicales con privilegios (charrismo) y con nulo interés en la defensa del trabajador y del pueblo. Esto es opuesto a un verdadero socialismo, donde todo sindicato debe ser auditable y donde todo líder debe ser renovable.

Planteamos la participación de los trabajadores en todas las áreas de la sociedad y la cultura, en un gran frente que privilegie la conciliación, y que solo es posible cuando se sigue una política verdaderamente nacionalista y social, pensando en el bienestar de la totalidad del pueblo y de la nación. Un frente que permita lograr el pleno empleo, la equidad social para las mujeres y las personas con discapacidad, con una política que combata férreamente a los vagos, los mendigos y los usureros.

En el sentido ideal, la economía debe ser un instrumento para servir al pueblo y no un fin en si mismo, de la misma forma en que el dinero debe ser un instrumento que representa el trabajo y que funciona para intercambiar bienes, y no un “bien” en si mismo, como lo es en el sistema capitalista. En el mundo capitalista globalizado, aunque cada Estado nacional emita su moneda, los Estados están supeditados a la banca internacional que proporciona el dinero en base a créditos. Lo mismo ocurre en el ámbito nacional, donde todos vivimos en base al crédito que proporcionan los bancos, con intereses altísimos.

En el capitalismo el dinero es usado para generar dinero y la economía para especular y obtener ganancias sin esfuerzo, creando falso crédito con préstamos que despojan a los otros de su patrimonio y esclavizan a los ciudadanos, a las empresas y al mismo Estado. Sobra decir que toda ganancia sin trabajo es opuesta a un verdadero socialismo. Una reforma en el sistema financiero nacional, hacia la eliminación del poder del interés y la creación de una banca popular y social (independientemente de su carácter estatal o privado) es imperante para poder llevar la justicia social al terreno de las finanzas y reactivar la economía del pueblo (sobre todos de las clases medias).

En un esquema verdaderamente socialista, cada persona debe ser plenamente responsable por su propiedad y por su trabajo. Por esta razón, la figura capitalista de las “sociedades anónimas” es un atraco al pueblo, que permite a vivales y defraudadores esconderse en el anonimato y tomar control sobre la dirección de empresas y políticas económicas. En el nuevo orden económico, este esquema debe cambiarse por uno que fomente la inversión, pero no el control anónimo de las empresas.

La propiedad debe estar intrínsecamente relacionada a su uso y al trabajo. La vida rural y campesina ha sido el corazón de las grandes civilizaciones. Por eso, en una agricultura socialista no pueden permitirse tierras ociosas o arrendadas. Tampoco optamos por la colectivización al estilo marxista, sino a una obligación del propietario a hacer rendir su tierra y a una dirección planeada de la agroindustria según metas y necesidades.

Mientras que el Estado actual busca combatir la pobreza con limosnas y dádivas, nosotros proponemos que sea con asesoría, apoyo en especie, capacitación y una planeación de los precios y la distribución de los alimentos, con un mercado interno fuerte y altamente nacionalista.

Nosotros nos oponemos al internacionalismo capitalista y marxista por igual, que buscaron en su momento instaurar un gobierno mundial. Consideramos que una economía sana es una economía que consume productos nacionales y que es autosuficiente en materia de alimentación y de industria, no una donde las importaciones han destruido a la industria en un mercado dominado por corporaciones transnacionales, que necesariamente termina por tragarse a los países pobres que no son capaces de competir tecnológicamente con los desarrollados.

La inversión estatal debe ser particularmente mayor en materia de ciencia y tecnología. El desarrollo económico de la nación mexicana y de la esfera latinoamericana pasa por una clara ruptura con el sistema anterior y los instrumentos de dominación del yanqui para con los pueblos sometidos en el mundo: llámese TLCAN, OMC, Banco Mundial, etc. No llamamos al “internacionalismo proletario” sino a un nacionalismo co-nacionalista, de solidaridad étnica y humana, por lograr un mundo de patrias libres e iguales en derechos.

MÉXICO PREVALECE
VIVA MÉXICO