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 Los silencios de la Iglesia

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Jaime Francisco Navarro A
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MensajeTema: Los silencios de la Iglesia   Los silencios de la Iglesia Icon_minitimeMiér Sep 09, 2009 6:32 pm

El escritor e investigador de origen jalisciense Fernando M. González, en su libro más reciente, La Iglesia del silencio: de mártires y pederastas (Tusquets, 2009), aborda el conflicto cristero y el caso del padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, como casos en los que pueden apreciarse las estrategias de que se sirve la institución eclesiástica para encubrir, disfrazar o borrar el pasado. En entrevista con La Jornada, el autor refiere estas cuestiones y más…

-Desde el punto de vista del lector, puede considerarse que el volumen encierra dos libros en uno ¿Qué dirías que une a ambos? ¿Qué intención hay detrás?

-La intención fue referir cómo la Iglesia utiliza mecanismos de determinado tipo para manejar los silencios. La primera parte, sobre la Guerra Cristera y la violencia que tiene que ver con la guerra, los silencios son estentóreos, digamos que están acompañados de una manera de utilizar los datos históricos pero como leyenda, lo que en términos eclesiásticos es una hagiografía o vida se santos; ahí se silencian cosas, se tergiversan, se desplazan, se desmiembran para que dé lugar a un relato que borre huellas de lo que pasó. En la segunda parte, hay una manera de manejar el silencio menos contundente, en la medida de que se trata de otro tipo de violencia. Si en la primera parte es la violencia de la guerra, con los cuerpos; en la segunda es una violencia sobre el cuerpo de los abusados. Ahí no se crean narraciones estentóreas o hagiografías, sino un silencio mucho más denso. Esta manera de manejar los mecanismos del silencio por parte de una misma institución me pareció que podían, de algún modo, tejer un libro. Este libro condensa dos libros previos, uno sobre la Cristiada (Matar y morir por Cristo Rey, del 2001) y otro sobre el padre Maciel (Los Legionarios de Cristo: Testimonios y documentos inéditos, de 2006).

-Ahora, ¿cómo miras el hecho –como se deja entrever en el libro– de que la Iglesia parece haber ‘dejado de lado’, por el lado de la Cristiada, a muchos de quienes participaron como civiles y, en el segundo tema, a las víctimas de abuso a quienes ni siquiera menciona al referir el caso?

-En el prólogo hago una cita de José Barba en donde señala cómo estos católicos, tan ligados a su Iglesia, se descubren como súbditos y no como ciudadanos de un país democrático. Es un tipo de articulación que señalas bien. En la Guerra Cristera se anima a los civiles a entrar en conflagración con el Estado mexicano, pero al mismo tiempo permanentemente se les disocia con una tesis que refiere los intereses de los católicos y por otro lado los de los obispos; y llega un momento –al final de la lucha armada– en que los obispos los negocian cupularmente con el gobierno, vía la geopolítica vaticana (que se había transformado para esas fechas), y no les importan los efectos de esos arreglos sobre los alzados. Por otro lado, en el caso de la sexualidad, se trata de que los mecanismos institucionales implican que los que van a hacer una denuncia pasen por la institución eclesiástica y sus mecanismos de secreto y, al final, no les merecen el más elemental respeto ni explicación. Todo lo quieren arreglar cupularmente porque, en los dos casos, tanto en la Cristiada como en el de la sexualidad de los sacerdotes, de lo que se trata es de salvar la cara de la institución (lo que articula también ambos textos).

-Como institución (y eres especialista en sociología de las instituciones), la Iglesia es una particular no sólo por su permanencia temporal sino por la carga simbólica que implica su ligazón a las creencias de millones. ¿Enfrentaste dificultades en ese sentido, al realizar el estudio?

-El problema aquí es enfrentarte a los documentos, a la posibilidad de tenerlos. Es muy difícil, todavía a estas alturas, obtenerlos. Por ejemplo, cuando hice el primer libro, el archivo de la Catedral de Guadalajara estaba totalmente expurgado, no aparecieron los documentos desde septiembre de 1926 a 1929, esto es, toda la época Cristera. Quise trabajar con la figura de Orozco y Jiménez, importantísima, fue quinto Arzobispo de Guadalajara, muy implicado en la lucha armada, alguien complejo que va cambiando de posiciones. Durante los diez años en que estuve trabajando en el libro –Matar y morir por Cristo Rey– nunca aparecieron los documentos (pero lo hicieron ya que el libro estaba publicado). Es muy difícil, de pronto, obtener datos. Fui por otros documentos en el archivo jesuita de Guadalajara y de México, y una parte en la UNAM, lo cual retomo en este libro, pero tomando esta parte de cómo se fabrican los mártires, cómo se transforma quien sí optó por la lucha armada en un heraldo de la paz. Esta transfiguración actual de los hechos, que permitió al Espiscopado borrar las huellas de su participación en la guerra y cómo, setenta años después, vuelve a utilizar esto, borrando las huellas de ese pasado para transfigurar el presente. Esto, a su vez, puede articularse a la política del PAN, por ejemplo, que en Jalisco es interesante ver los usos políticos de los mártires para insertarse en la historia nacional porque, como bien dice Soledad Loaeza, el PAN no tiene héroes, o casi, o los que tiene están cuestionados. Los mártires, así, son una manera de insertarse en el tejido nacional de los héroes; pero son héroes que están manipulados, lo que hace cuestionable que un partido busque establecerse en la historia de esta manera tan mítica.

–¿Te viste como un escrutador o descifrador de lenguajes? Es claro que en el texto se hace hincapié en los usos del lenguaje para la formación de discursos que dejan entrever los subterfugios y ocultamientos…

–Siempre en estos trabajos históricos, donde apenas se están abriendo los archivos. Por ejemplo, los de los años 30 en El Vaticano, que ya empiezan a darnos los documentos que enviaron los obispos a Roma y que antes no podían consultarse, a partir de 2006 comienzan a aparecer. Se tienen, en muchos casos, nuevos datos, y van a seguir apareciendo, y uno como historiador debe estar permanentemente corrigiendo. La cosa es, dime a qué archivos tuviste acceso y te diré cuánto vale tu interpretación.

–Algo favorecedor es, formalmente, cómo se antecede cada sección o capítulo con citas, muchas de ellas literarias, que en cierto modo ayudan a “dar idea” gracias a su condensación…

–Yo uso los epígrafes una vez que tengo claro, más o menos, por dónde va todo. Sirven para orientarme a mí y al lector, acerca de lo que verá. Desde el inicio, cuando cito a Paz diciendo “no abras esta tumba porque sólo encontrarás huesos” lo que se indica es que se hará una operación de deconstrucción de las hagiografías, las vidas transfiguradas de estos mártires cristeros; donde la Iglesia encuentra una exaltación del martirio y un borramiento de la violencia de la jerarquía eclesial y algunos de estos mártires, el epígrafe guía al dejar intuir que se hallará –en lugar de eso– una historia más cruda.

–Pensando en los tiempos que corren, con documentos que están saliendo a la luz, lo que seguramente hará surgir nuevos estudios, ¿qué depara para la Iglesia y, en particular, a la mexicana –tan “curiosa”, por decir lo menos, pensando en personajes como Onésimo Cepeda o Rivera Carrera–?

–Se trata de personas que han mostrado que no los afecta la información, y ellos siguen adelante como si nada, y cuando tienen que guardar silencio total –como en el caso de Rivera, que apoyó a Maciel y se burló de sus denunciantes– lo hacen; por ejemplo, cuando los legionarios se “autodenunciaron” (ante el conocimiento de que el padre fundador había tenido una hija), Rivera no volvió a abrir la boca respecto al hecho. Están golpeados y cuestionados, pero siempre habrá un buen número de creyentes y, como son ellos cada vez menos, les tocarán más fieles y posibilidades de “reproducirse”. Estos cuestionamientos les afectan, pero parcialmente; siguen como si nada, porque la voluntad de las personas por tener alguien que les guíe seguirá adelante. Un libro como éste, simplemente, no lo comentarán y lo harán a un lado; importará solamente a una minoría interesada, tal vez, si se difunde la información…
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