Algo que el Peje y sus seguidores no han logrado entender de su victoria (en la cual sus cerebros racionales aún no entienden ni creen del todo) es que, si bien lograron una victoria extraordinaria, y prácticamente un cheque en blanco, no lo lograron por sus propios méritos.
La victoria del Peje fue una victoria para la democracia, pero fue una victoria para la democracia porque los números están ahí: después de tres elecciones presidenciales tras las cuales el modelo de corrupción política no cambió, por la razón que sea, las alternativas al momento de la elección no eran entre tres candidatos, ni entre dos, ni entre uno, las alternativas eran: 1) el votar por un candidato o 2) el tomar una vía no democrática. Los únicos ciudadanos con capacidad de creerle a su candidato eran los que, después de escuchar las promesas de diferencia y cambio durante 18 años, ansiaban creer, en una forma casi fanática (en contra de todas las evidencias), y gracias a esa realidad, es que la gente no quiere creer que estaban equivocados, los pejevotantes, aún creen en la democracia (son los únicos) y no mantendrán su fé por mucho tiempo, porque la democracia y el Peje son antagónicos, y ahi es donde el análisis del Peje falla, falla porque la gente que votó por él, lo hizo más que por él, por el sistema democrático, y en la medida en la que se aleje de ese modelo, va a perder -para toda la clase política- la confianza de los pocos que aún creían en el modelo democrático.
En efecto, el destino es imparable, la democracia en México agoniza.
AG AS AD