¿Y la economía?
Martín Moreno
“Tenemos que echarle más agua a los frijoles y recalentar más tortillas”, advirtió el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, durante un programa de televisión.
Podría parecer una frase trivial y hasta socarrona. Sin embargo, detrás de estas palabras se asoma el rostro más cruel de la economía: el sacrificio de los bolsillos de la mayoría de la población.
El aumento en los precios ha sido brutal en los últimos meses. La inflación, como un enemigo silencioso pero implacable, ha crucificado el poder adquisitivo de millones de mexicanos, principalmente quienes sobreviven con uno o dos salarios mínimos diarios. Las cifras del Banco de México (BM) son para doblarse de risa, cuando hablan de incrementos inflacionarios de 6% al cierre del año, mientras la realidad indica cosas muy diferentes y dolorosas.
Y aunque suenen superficiales y hasta simplistas, pero hay indicadores más que alarmantes. Ejemplos:
- Cuando una cajeta, producto que está en la mesa de millones, cuesta ¡51 pesos!, es decir, el equivalente a un día de salario mínimo, algo anda ya muy mal en el plano económico.
- Si el precio de un kilo de huevo sobrepasa los 20 pesos —40% del mínimo— y productos básicos como el aceite y el pan aumentaron hasta 80%, algo tampoco está funcionando.
- Aún más: la leche, contra el cálculo oficial de que ha aumentado su precio 18%, en realidad su incremento fue por arriba de 100% en los cuatro años más recientes.
Esa es la realidad más dolorosa que puede sufrir cualquier país: que la mayoría de su población se meta la mano en el bolsillo y se dé cuenta de que cada día alcanza para comprar menos. Es el drama de aquellos que nada tienen que ver con las cifras maquilladas del BM, pero sí necesitan lidiar con la carestía y la voracidad de los comerciantes.
Este es realmente el problema que debería preocuparle, no sólo al gobierno, sino a todos los sectores. Sabemos que, hoy por hoy, son la seguridad y la reforma petrolera los temas que dominan la agenda nacional, cuestiones por demás fundamentales. Sin embargo, la administración calderonista parece no haber entendido los riesgos de tener a una población hambreada, con precios fuera de su alcance y los bolsillos cada vez más vacíos.
Una reciente encuesta del periódico La Prensa, nos demuestra un escenario lacerante: en los mercados populares se está dejando de comprar por kilo y solamente se adquieren cuartos o fracciones más pequeñas porque sólo para eso alcanza: para medio kilo de huevo, un cuarto de frijol o dos pesos de tortillas. Es una ofensa hacia la condición humana, en un país donde vive el hombre más rico del mundo.
Eso ocurre en las grandes ciudades. Imaginemos cómo la están pasando en los municipios más pobres del país, con unas cuantas tortillas y un puñado de arroz o de frijoles. Al gobierno se le olvida, peligrosamente, que hay 50 millones de pobres y que 15 millones de ellos están en pobreza extrema.
Nos desgarramos las vestiduras por las amenazas de AMLO, pero en realidad deberíamos preocuparnos cuando miles de Guerrero, Oaxaca, Chiapas o Hidalgo lleguen, desesperados y con hambre, a tomar la Central de Abasto.
Nos ofendemos cuando los revoltosos hablan de una revolución, pero lo que nos debería preocupar es cuando otros tantos miles ocupen Palacio Nacional, cansados de tantos años de burlas, miseria y abandono.
Entonces sí vamos a extrañar a López Obrador para dar paso a una revuelta social de a de veras.
No en balde alcanzamos, en julio pasado, la inflación más alta de los últimos nueve años: 0.56 por ciento. Sin embargo, esta cifra solamente es para las estadísticas, porque la realidad de la economía popular es que todo, día a día, está más caro.
De acuerdo con el INEGI, durante este verano, “la confianza de los consumidores para hacer compras se desplomó a su nivel más bajo de los últimos seis años, lo que refleja un efecto en el bolsillo de la gente, derivado de los precios elevados del mercado”. Priva la desconfianza y se percibe que no es buen momento ni para comprar ni para invertir.
Se calcula que la carestía ha pegado a los más pobres, ya que para las familias que perciben un salario mínimo o menos, la inflación ha sido, “oficialmente”, de casi siete por ciento.
Y más: mientras Consulta Mitofsky revela que 75% de la población piensa que la situación económica ha empeorado en el último año, BGC-Excélsior estima que “se mantiene la percepción de incrementos fuertes en el costo de los alimentos”. La OCDE adelanta también que cuando menos 200 mil mexicanos más perderán el empleo en 2008.
Todo ello ha generado serias dudas sobre el horizonte económico del país. Son indicadores que provocan desconfianza. El pasado 27 de mayo señalamos en estos Archivos: “La sombra de una crisis de fin de sexenio parece asomarse”.
Días después, en Reforma, Sergio Sarmiento preguntó: “¿Habrá otra vez una crisis de fin de sexenio?”
Y en las páginas de Excélsior, David Páramo se refirió al “inicio de problemas financieros graves como los que se vivieron después del error de diciembre (de 94)”. Es decir: el crecimiento incontrolable e impagable de deudas bancarias y la pérdida de bienes, como ocurrió luego de la herencia financiera maldita que nos dejó Salinas de Gortari.
Discutamos seguridad, petróleo y educación. Son prioridades. Pero no perdamos de vista el estómago de millones. No despertemos al México bronco.
Archivo confidencial… En tiempo récord, el Metrobús de la Ciudad de México se ha vuelto lento, inoperante y engorroso. Rápidamente quedó rebasado por la demanda, además de tener altos niveles de contaminación. No dan una.